Saint Sepulcre

lunes, noviembre 07, 2005

Por un mejor movimiento Scout

Porque somos concientes de que el movimiento Scout está en continuo cambio, adaptándose a las circunstancias del mundo que constantemente se transforma, para llevar la semilla del movimiento Scout a todos los rincones de México, el Clan del Grupo Scout 42 Guadalajara propone a uno de sus miembros, debido a sus grandes aptitudes y su enorme iniciativa, para ser Miembro Asociado de la Asamblea Nacional de Scouts de México. A continuación se describe brevemente su trayectoria en el movimiento Scout.





Jalil Alejandro Sánchez Ruiz

Hijo de padre y madre Scouts, toda su familia está activa en el movimiento; sus padres como dirigentes, una de sus hermanas en clan y la otra como miembro de las guías.

Sus tíos y primos también participan en el movimiento, y alguna vez lo hicieron sus abuelos, lo que ha inculcado en él desde pequeño el espíritu Scout, ayudándolo a entender lo que es ser Scout, pero principalmente llenarse del espíritu del Escultismo.

Scout desde 1995, primeramente como lobato, llegó a ser seisenero de las seisenas amarilla y blanca, obteniendo los adelantos del Seeonee y el Khaniwuara.

Ya en la Tropa Scout ocupó el cargo de Guía de la patrulla Águilas, creando tiempo después la patrulla Búfalos, inspirado en la patrulla que formara su padre, tiempo atrás en el Distrito Federal.

En la Tropa Scout obtuvo los adelantos de Caminante, Explorador y Kon-tiki. Así mismo logró la especialidad de Deportes en su segundo grado, y la de Ciencia y Tecnología. Su trabajo le valió también la insignia de Punta de Flecha por haberse destacado en tal competencia.

En su siguiente etapa como Scout debió poner mucho más esfuerzo, pues sólo estaban trabajando como expedicionarios otros dos Scouts, teniendo que luchar los tres por reavivar y fortalecer la Expedición de su grupo.
Como expedicionario, a la vez que participaba en varias actividades y campamentos, llegó a conseguir los retos de Descubridor, Pionero y Apolo, así como las especialidades de Deportes en tercer grado, Seguridad y Rescate, y Ecología.

En toda su vida scout ha participado en innumerables eventos desde caminatas, rallys, campamentos familiares, campamentos con cristo, actividades económicas y de servicio, destacando entre ellas el cuarto servicio papal en la Ciudad de México.

Entre sus planes futuros se presenta el reto de terminar su vida como Rover Scout, apoyando en todo lo posible a la sección y trabajando por sí mismo, sin olvidar el compromiso del servicio.

El ser Scouter y Dirigente forman parte de sus planes futuros, siendo un gusto y una inquietud para él participar en las secciones menores de Manada y como Dirigente le es atractivo el puesto de Vocal de Relaciones.

De ser elegido como participante en la Asamblea Nacional buscará, con propuestas e ideas, dar apoyo a los grupos Scout para desarrollarse, por medio de extensiones de prórrogas para sus registros y promocionando al movimiento Scout en general.

También buscará que se preste especial apoyo a las secciones de Manadas entendiendo que estas son el semillero del movimiento, procurando buscar que en la conciencia de los niños se impregne la idea de que los Scouts son un movimiento de formación integral, parte de la vida y que su espíritu es capaz de envolver a cualquiera.

Es así como Jalil Alejandro se presenta ante ustedes, respaldado completamente por el Clan y por el Grupo Scout 42 Guadalajara, como un Scout en busca de devolver al movimiento un poco de lo mucho que éste le ha dado y con ganas de participar activamente en la mejora del Escultismo, ya sea como asociado Scout o como miembro del Clan.


Atentamente

Clan Scout Grupo 42
Saint Sepulcre Posted by Picasa

sábado, noviembre 05, 2005

Crónica del viaje a Celaya

Todos concordaron al volver a Guadalajara en que el viaje a Celaya no había sido sino una serie de eventos desafortunados. A pesar de ello sucedieron tantas cosas que no podría decirse que se trató de un desperdicio. “Ni sí, ni no, sino todo lo contrario”.
La noche del viernes todavía, los miembros del Clan Saint Sepulcre iban apenas llegando al punto de reunión, la casa de Jalil. No sabían a ciencia cierta cómo diablos llegarían a Celaya. Armando discutía con ellos la mejor forma de viaje, con mapas, horarios de camión y muchos argumentos hasta que todos decidieron que lo mejor sería salir a bordo de un Primera Plus, desistiendo de la idea original de pedir aventón.
Dado que el autobús salía de la Central en la madrugada, los claneros se divirtieron un rato jugando box con los guantes de Jalil. Primer Round: Pooh contra Mahatma, y más que pugilismo era lucha libre, o algo así. Segundo Round: Roberto recién llegado contra Pooh, que le metió una tunda impresionante. Se dice que los chaparritos son más ágiles, pero a Robert seguro que ya le estorban los muchos meses de haber estado en McDonald’s.
La reunión continuó adentro del cuarto hasta que, sin haberse dado cuenta nadie, llegaba el tiempo de partir. A fin de cuentas Mariano y Tony no pudieron ir, así que sólo eran cuatro los viajeros que irían a Celaya: Jalil (Modesto), Roberto (Rober), Erick(Pooh) y Juan Pablo (Mahatma).
Caminando por la ciudad, mochila al hombro, sábado, a la una de la mañana, lo primero que se piensa es llegar a dormir al camión para reponer las horas en velo, pero para ello hay que caminar a la glorieta donde ya ni siquiera los carros del sitio se encuentran. Así les sucedió a ellos, de manera que tuvieron que llamar por teléfono un taxi, mientras eran observados con curiosidad por algunos borrachos encaramados a una troca.
A bordo del auto las calles se deslizaban tan ligeras delante de sus ojos que pronto ya el taxi se había transformado en sala de espera. Como desde hace mucho ninguno de ellos había estado en la Terminal de autobuses se dijeron que la remodelación más bien la hacía parecer como un Aeropuerto.
Con los boletos marcados para las dos treinta y con nada en el estómago, lo primero fue comprar hamburguesas en el snack, por lo menos no eran McDonald’s, aclaraba Mahatma, y una vez con la bodega un poco más cargada pasaron a la sala de espera junto a los andenes para que el camión no se fuera sin ellos, además de aprovechar para practicar la obra de teatro que pretendían presentar en Meztitla. Y otra vez el tiempo corrió aprisa dentro de la sala hasta que una voz cansada, como de enfermera de Hospital, anunció que el camión a Celaya estaba a punto de partir, a lo que todos los músculos de los cuatro reaccionaron inmediatamente, como resorte.
Los tipos del andén se veían enojados, sobre todo el chofer y la “azafata”, quienes tenían muy presente que el retraso podían agradecerlo a los claneros, y su enojo pronto se vio incrementado cuando se les hizo saber que todos los lugares en el camión estaban ocupados.
Tras una migración de gandallas que ya se habían apoderado de un asiento, propiciada por la “azafata”, y con el sonido de un bebé llorando a todo pañal, por fin los cuatro uniformados de rojo tomaban posesión de sus asientos correspondientes, que los transportaron no sólo a Arandas o a León, no sólo a Irapuato, Salamanca y Celaya, sino también, y más importante aún, a la región clara y oscura donde se encuentran los sueños. A fin de cuentas era lo mismo ir dormido o despierto, porque de cuando en cuando alguno de ellos se despertaba sólo para comprender que no tenía ni idea de dónde estaban.
Incluso estando ya en la “Central Platanera” de Celayork ninguno de ellos estaba seguro de haber llegado, a no ser por un ambiguo indicio proporcionado a manera de seña por un graffiti a la entrada de la ciudad. Mas pronto se esfumó la duda que podrían haber albergado en algún momento, los botes de cajeta por todos lados anunciaban que, efectivamente habían arribado a Celayork.
A la salida de la central dejaron las mochilas sobre una plataforma. El deber llamaba a Robert y a Pooh, así que mientras ellos se ocupaban de sus asuntos Mahatma y Jalil esperarían al tío Efrén. Como es bien sabido por todos, el ocio puede considerarse como el progenitor de toda brillante idea, y en este caso generó una de ellas en Jalil.
-¿Qué pasaría si ponemos las mochilas en el suelo, del otro lado, y nos agachamos para que no nos vean?
-Vamos- dijo Mahatma tomando dos mochilas.
Así tumbados en el suelo por un buen rato llevamos a la práctica el experimento. A no ser por los pies de Mahatma, que estaban mal colocados, Roberto y Erick hubiesen seguido buscando por toda la ciudad sin dar con sus amigos.
-Los estábamos buscando- dijo Erick al llegar.
Al parecer no les agradó la broma.
Entonces todos notaron que un grupo de Scouts, principalmente lobatos, se estaba reuniendo también, justo del otro lado de la plataforma. Roberto reparó en un clanero que esperaba con sus cosas detrás de donde estaban y decidió ir a saludarlo. Una actitud muy amigable de su parte, a falta de una palabra que la describa mejor. Después de andar por ahí “coqueteando” con el clanero celayense, Roberto se reintegró al grupo cuando intentaban poner en práctica la idea de una foto que se le había ocurrido a alguien, y haciendo gala de quién sabe qué dotes circenses para mantenerse sobre los hombros de los demás, por fin quedó la fotografía. Poco después el tío de Jalil llegaba en su vehículo, explicando que la antena de la ciudad rebota los mensajes de celular en las torres de los “rascacielos” de Celayork y por eso llegan varios minutos tarde.
Pasaron entonces a la Liconsa para que Jalil recogiera personalmente la dotación de leche del día, y el señor se dignó a posar para las fotos in memoriam de aquella ocasión. Fue uno de los sucesos más comentados durante el desayuno en casa del tío Efrén, además de algunos otros temas obligados como los precandidatos a la presidencia de la república, o un apasionado debate sobre la pena de muerte.
También hubo tiempo para inspeccionar el taller del tío y conocer al “relámpago azul”, aquel Datsun que seguramente en otros tiempos habría sido todo un señor carro; hubo tiempo para visitar a los otros tíos de Jalil, y tiempo para acomodarse en la casa que los albergaría por la noche, comer algo de chatarra sólo para no traer vacía la panza, e ir por fin al parque donde todo el evento estaba planeado, donde se reúne el Grupo Cuatro.
Hubo momentos en que parecía que todo se iba a quedar en los planes, porque no llegaba nadie, la impuntualidad de la gente tenía todo pendiendo de un hilo.
Tal vez habrían tenido tiempo de ir a visitar la ciudad de Guanajuato y hacer otras cosas, de no realizarse el evento. El caso es que por fin como a las cuatro de la tarde comenzaron a llegar los niños y el trabajo apenas se iniciaba para los todos. Las primeras labores consistieron en colocar las banderas de grupo y de sección, y ayudar a un grupo de gacelas a colocar su tienda de campaña con forma más bien de carpa de circo. Si bien las estacas no resistieron la dureza del suelo en que debían ser clavadas, esto pronto fue remediado por Erick que se ganó a pulso el título de dios del rayo, por su labor enderezando estacas.
Fue tiempo entonces de crear la pista comando, se tendieron las cuerdas para distintas pruebas y se instaló un pecho tierra. Pronto ya todo estaba listo y mientras los niños terminaban su otra actividad a Mahatma se le ocurrió jugar Changáis, y Roberto demostró nuevamente su vocación a la ingeniería (calculando trayectorias) y la habilidad que tiene para ese tipo de juegos.

Hasta este punto la gran decepción de los claneros eran las mujeres. No parecía que en todo Celaya existiera alguna capaz de despertar el mínimo interés en ellos. Así, con todo y el ánimo caído desarrollaron un mini rally memorable para los pequeños lobatos que participaban con tan sólo tres seisenas, corriendo de aquí para allá, gritando y superando las pruebas impuestas.
Tal vez incluso, como comentaban los muchachos entre sí, los lobatos mandarían erigir una estatua a los Caballeros del Santo Sepulcro en el lugar de la competencia. Y más por lo que habría de ocurrir a continuación, cuando los muchachos del clan armaron una hoguera hermosa para la ceremonia de la noche, que prendió sin mayor trabajo y presidió los bailes y cantos de todos.
Fue entonces cuando los claneros hicieron gala de sus mejores actos y se encargaron de la mayor parte de la ambientación durante la fogata.
Para entonces ya era casi seguro que la visita a Guanajuato estaba cancelada, así que tras apagar el fuego los cuatro pasaron al área donde estaban los mayores para platicar un rato, matar el tiempo mientras se decidían a qué hacer, qué comer.
Existía la propuesta de pedir pizza, ir a comer gorditas y quesadillas a uno de los barrios de la zona, o ir al único McDonald’s de la ciudad para que Roberto, Jalil y Erick cumplieran con el precepto casi religioso de adorar al payaso de las hamburguesas. Y así la indecisión continuó mientras el radar de mujeres, integrado a cada uno de los miembros del clan, trabajaba por encontrar aquella que le causara algún tipo de atracción. No con mucha suerte. El mercado estaba casi monopolizado por tres mujeres (las demás eran troperitas con altas expectativas): Adriana, clanera del grupo cuatro; Gaby, del otro grupo y la amiga de Gaby, Marlén, cuyo nombre era muy difícil de recordar para todos. Hubo entre los muchachos un interés un poco más marcado por Marlén pero su ambigua forma de ser no permitió ningún acercamiento por parte de ellos.
Como ya era demasiado tarde para pensar en ir a alguno de los establecimientos que habían pensado tan sólo se dejaron llevar a cualquier lugar que sus anfitriones tuvieran a bien llevarlos, y así recorrieron nocturnamente la ciudad, apretados dentro de un auto que no daba para tanto, con Roberto adentro de la cajuela. Cuando menos los tacos estaban buenos y pudieron disfrutar de una agradable cena.
Como la casa que habían prestado a los claneros estaba sola, aunque sin muebles, tuvieron la idea de invitar a los demás ahí. Hubo sección de chistes, desconcertantes anécdotas personales del Goyo y otros, historias del escultismo, y más. Finalmente los celayenses tuvieron que irse, y Jalil y Roberto durmieron como benditos.
Mahatma y Erick estuvieron platicando un rato más, pero al encontrarse con los ronquidos de Jalil tomaron sus cosas y subieron al cuarto vacío, donde también, por fin, durmieron como benditos.
Esa mañana todos despertaron ya tarde, por lo cual en cuanto hubiéronse dado un duchazo salieron a tomar el camión que los transportaría a la unidad deportiva. Por lo menos aún las actividades de los lobatos no habían empezado y tuvieron tiempo de descansar otro rato mientras lavaban el cerebro a los niños. El único que aceptó comer algo de lo ofrecido fue Mahatma, los demás no probaron bocado la mitad del día, eso explica en gran parte lo que sucedería a continuación.
Dado que Roberto había amanecido un tanto enfermo, aunado al hambre que estaban pasando, cuando participó en la competencia de bicicletas terminó con tercer lugar y un enorme dolor de estómago que lo acompañaría de ahí en adelante. Los demás dieron lo mejor de sí en la carrera, pero no fue suficiente para que ganaran.
Las carreras de los lobatos y gacelas fueron divertidas para todos, los grandes ganadores del día pertenecían en casi todas las categorías a la familia del tío Efrén, que también participó en el certamen.

Tras la premiación y tras haber recogido la pista de ciclismo, sobrevino lo más alarmante de la enfermedad de Robert, con fiebre y a rayo partido del sol. Fue necesario llevarlo a la sombra, con las cosas y esperar un buen rato a que los demás estuvieran listos para llevarlos de regreso por sus mochilas. Por fin se treparon al auto de Moncho, el otro clanero local, que los llevaría a la casa prestada por las cosas, aunque primero debían dejar los materiales del grupo en casa del Goyo, jefe de grupo y médico.
Estando ahí, Goyo tuvo la ocurrencia de que los claneros no podían irse sin probar el famoso mosquito, un espantoso licor de naranja cuyo sabor podría compararse al de fanta mezclada con alcohol etílico de 90º. A Goyo se le ocurrió ofrecer agua a los claneros, pero esto era sólo para que se curaran la boca y probasen otro licor que tenía guardado por ahí. Obviamente, si a duras penas habían podido terminarse el mosquito lo menos que querían, por ahora, era probar cuanto licor les ofrecieran.
Para cuando se estacionaron frente a la casa donde estaban sus cosas, ya el tío Efrén los esperaba para repasar las últimas instrucciones del regreso y compartir con ellos una Coca-Cola bien fría. Repasaron las rutas quién sabe cuántas veces, planearon estrategias de abordaje y lugares de encuentro, por lo cual todo parecía viento en popa para llegar temprano a Guadalajara.
Pero Moncho cometió un gravísimo error: dejó a los tapatíos en el último retorno antes de la caseta que, según los tipos de la vulcanizadora, no estaba lejos. Roberto, Mahatma, Jalil y Pooh emprendían oficialmente el viaje de regreso.

Al poco tiempo de esperar junto a la carretera ellos notaron que ningún carro se detenía, probablemente porque no era lugar para detenerse como lo sería la caseta, pensaron, así que decidieron caminar hasta ella para lograr ser recogidos por alguien. Así transcurrió el primero, segundo kilómetro, con la esperanza de que tras la siguiente loma se vería por fin la caseta. Un ciclista viejo que venía hacia ellos les dijo que no faltaba mucho, lo cual les dio ánimos para continuar, pero los líquidos comenzaban a escasear durante su travesía por el acotamiento de la carretera.
Así, unos diez kilómetros después del punto de partida consideraron inútil seguir caminando y optaron por tomar un camión del transporte público hacia la ciudad que venía por un camino paralelo a la carretera, y que según las indicaciones de una familia que comía semillas raras en medio del lodo y un peculiar olor a cerdo pasaba frecuentemente frente al templo. En cuanto iban llegando al lugar avistaron el camión y subieron a él.
Aunque el conductor de la unidad pensó que lo querían estafar en un principio, pronto se dio cuenta de la desubicación de sus nuevos pasajeros y les ayudó a tomar un taxi en cuanto llegaron a su base en Salamanca. El taxista también fue amable con ellos, especialmente con Roberto, que fue platicando con él hasta la central de autobuses. Una vez ahí, el transporte a Guadalajara asegurado, por fin descansaron de su larga aventura y decidieron conservar uno de los cartones que habían utilizado para pedir aventón, y escribieron en él pensamientos acerca del viaje.
En Guadalajara sólo tenían alguien a quién recurrir, así que tan pronto como llegaron intentaron contactar a Adrián pero todo parecía inútil. Lo dejaron por la paz un rato buscando otras opciones: el teléfono de George, taxista oficial de los empleados de McDonald’s parecía estar fuera de servicio, así como el auto del papá de Mahatma, y no corrieron con suerte tampoco cuando Pooh intentó que alguien de su casa se apiadara de él.
Por fin contestó Adrián y en poco tiempo ya estaba ahí, algo por lo que el Clan Saint Sepulcre estará agradecido por siempre, pues fue él quien los repartió a todos en sus casas cuando ya un par de horas atrás había comenzado el Lunes.